LA IDEA DEL CAMBIO SOCIAL
Por Felipe Varela
Una idea recorre el mundo y se instala, de manera casi generalizada, en la agenda de los gobiernos de los Estados modernos: el cambio social, asociado a la antigua idea del progreso y también a la de bienestar común.
¿Es posible cambiar a nuestras sociedades? ¿Tiene sentido el cambio social en estos tiempos de globalización? Éstas son dos preguntas que se plantean humanistas, científicos, artistas y personas de diferentes condiciones.
Pensar el cambio en tiempos en que se habla constantemente sobre el tema no es una tarea fácil. La idea de que nuestras sociedades requieren del cambio social dejó de ser exclusiva de una sola ideología. Hoy el discurso de los diferentes Estados modernos enfatiza dicha necesidad.
La búsqueda y valoración del cambio social son las promesas de unificación de Europa, las modernas campañas de los partidos políticos en prácticamente todo el mundo luego del fin de la Guerra Fría, las demandas de la sociedad estadounidense a partir del 11 de septiembre de 2001, los esfuerzos por pacificar el Medio Oriente, los encuentros entre la guerrilla y gobiernos de Centro y Sudamérica: todos enfatizan en la necesidad de un cambio, no sólo social sino también económico, político y cultural.
Asimismo, con el establecimiento de acuerdos internacionales en materia de derechos humanos (los cuales han sido apoyados y también promovidos por nuestro país) y para erradicar todas las formas de la discriminación, los Estados modernos reconocen cada vez de manera más abierta el legítimo derecho de las personas y los pueblos a vivir mejor, a cambiar. Porque l a idea del cambio como concepto genérico y abstracto, aplicado a todas las esferas del quehacer humano, está asociado a la búsqueda de algo mejor, y vinculada generalmente con la evolución y el crecimiento en un sentido positivo.
Los esfuerzos teóricos por comprender el cambio social
Pensar el cambio social ha sido la gran aventura teórica de la disciplina llamada sociología. Qué cambia y qué permanece, cómo se transforman las sociedades y por qué, cuáles son los factores que intervienen para ello, cuál es el ritmo y cuáles las consecuencias. Estas preguntas se han tratado de responder desde distintos enfoques metodológicos a través de la historia de las ciencias sociales.
Augusto Comte, el padre de la sociología y pionero de la idea de cambio social, dividió el sistema de su teoría en dos partes separadas: estática social y dinámica social. Comte comparó los sistemas sociales con un organismo y señaló que la estática social estaba concebida como el estudio de la anatomía de la sociedad humana, de las partes que la componen, como un cuerpo humano (órganos, esqueleto, tejidos, etcétera), mientras que la dinámica social se concentraba en la fisiología de los procesos que operan dentro de la sociedad, como las funciones corporales (respiración, circulación, etcétera), que producen como último resultado el desarrollo de la sociedad.
La fuerza de la sociedad
El cambio social es producido por distintos agentes, pero entre todos hay uno que en la época moderna se ha vuelto más relevante. Son los movimientos sociales, quizás las fuerzas de cambio más potentes de nuestra sociedad.
Muchos autores los ven como una de las fuerzas principales de la historia a través de la cual la sociedad se reconstruye, e incluso llegan a señalar que los movimientos de masas y el conflicto que generan son los agentes primarios del cambio social.
Lo cierto es que algunos cambios pueden originarse desde abajo, en las actividades realizadas por gente corriente, con diversos grados de cohesión; otros pueden suscitarse desde arriba, en las actividades de gobernantes, mandatarios, etcétera. El resultado acumulado y combinado de las acciones dispersas individuales son las tendencias que pueden dar lugar a movimientos sociales.
En nuestras sociedades, por sus dinámicas y sus avances en materia social, los fenómenos y los sucesos sociales son también irreversibles: se instauran en la legalidad y legitimidad de los Estados a través de sus leyes e instituciones. Una vez que algo ha sucedido no puede ser deshecho. Es decir, la vida no puede desvivirse. Heráclito expresó esto en la antigüedad en su famosa proposición de que uno no puede bañarse dos veces en el mismo río. En otras palabras: la acción en su repetición no puede ser siempre la misma.
Las revoluciones
Las revoluciones son las manifestaciones más espectaculares del cambio social. Señalan rupturas fundamentales en el proceso histórico, dan nueva forma a la sociedad humana desde dentro y remodelan a la gente. No dejan nada como antes, cierran épocas y abren otras nuevas. En apariencia estos movimientos sociales permiten a las sociedades y a sus miembros revitalizarse. En este sentido, las revoluciones serían signos de salud social.
Algunos historiadores coinciden en que la modernidad surgió como consecuencia de las grandes revoluciones: la francesa y la independencia estadounidense, las cuales proporcionaron el entramado político e institucional de la modernidad: la democracia constitucional, el imperio de la ley y el principio de soberanía de los Estados-nación. La Revolución Industrial británica proporcionó la fundación económica: la producción industrial por medio del trabajo libre en asentimientos urbanos, dio lugar al industrialismo y al urbanismo como nuevas formas de vida y al capitalismo como nueva forma de apreciación y distribución.
La idea del progreso
Las revoluciones son las manifestaciones más espectaculares del cambio social. Señalan rupturas fundamentales en el proceso histórico, dan nueva forma a la sociedad humana desde dentro y remodelan a la gente. No dejan nada como antes, cierran épocas y abren otras nuevas. En apariencia estos movimientos sociales permiten a las sociedades y a sus miembros revitalizarse. En este sentido, las revoluciones serían signos de salud social.
Algunos historiadores coinciden en que la modernidad surgió como consecuencia de las grandes revoluciones: la francesa y la independencia estadounidense, las cuales proporcionaron el entramado político e institucional de la modernidad: la democracia constitucional, el imperio de la ley y el principio de soberanía de los Estados-nación. La Revolución Industrial británica proporcionó la fundación económica: la producción industrial por medio del trabajo libre en asentimientos urbanos, dio lugar al industrialismo y al urbanismo como nuevas formas de vida y al capitalismo como nueva forma de apreciación y distribución.
La ciencia y la razón dieron sustento a la fascinación por la idea del progreso, a partir del Renacimiento. Sin embargo, el siglo XX marcó su auge y ocaso, por el cual se afirma que el conocimiento humano es acumulativo a través del tiempo y se enriquece y perfecciona. Lo que esto implica es que el conocimiento avanza por sí mismo y, gracias a su propia inercia, de forma constante y gradual en beneficio de la humanidad.
Las primeras raíces de la idea de progreso pueden encontrarse en la antigüedad griega. Los griegos percibieron el mundo en un proceso de crecimiento, pasando por etapas fijas (épocas) y produciendo avance y mejora.
La segunda fuente del concepto se encuentra en la tradición religiosa judía. El énfasis bíblico en las profecías y los profetas implica una imagen sagrada de la historia, guiada por una voluntad divina y, por lo tanto, predestinada y necesaria. El diseño de una historia que abarca a toda la humanidad está presente desde el principio y su culminación final es la “edad dorada” o paraíso.
Ambas líneas de pensamiento, la griega y la judía, se unen en la tradición judeocristiana, que abarca toda la cultura occidental durante los siglos siguientes, principalmente en el siglo XX, en el que según el escritor argentino Ernesto Sábato, produjo una fe ciega, agudizada por el racionalismo, la doctrina de la razón que devino en una especie de fanatismo religioso.
Sin embargo, la idea de progreso parece haber entrado en declive durante el siglo XX. Cuando se intenta hacer un balance del siglo pasado muchos observadores ya lo denominan “el siglo del holocausto”, porque es un siglo que fue testigo del holocausto y los campos de concentración, las dos guerras mundiales, la extensión del desempleo y la pobreza, etcétera. Por todo ello no debería sorprendernos que se haya extendido la desilusión y el desencanto con la idea de progreso.
Hoy se habla menos de progreso y más de cambio social. Un cambio en la idea de progreso pone de manifiesto que las sociedades, las culturas y las organizaciones políticas no son homogéneas. Se hace evidente la diversidad de ideologías y de organizaciones sociales en el mundo, pero aún se pretende que esta variedad es debida a los diferentes estadios de desarrollo o de progreso que algunas sociedades han alcanzado.
Globalización y cambio social
¿Qué papel tiene la idea de cambio social cuando se habla de globalización? Una de las tendencias históricas particularmente señaladas en nuestra era moderna, es el movimiento hacia la globalización. Puede definirse como el conjunto de procesos que conducen a un mundo único. Las sociedades se vuelven interdependientes en todos los aspectos de su vida: político, económico y cultural. Ningún país es una isla autosuficiente.
Las antiguas sociedades tenían un heterogéneo mosaico de unidades sociales aisladas, diversificadas y plurales. Coexistían múltiples entidades políticas separadas como tribus, reinos, imperios, etcétera. Había economías interdependientes, cerradas, y también culturas indígenas que conservaban su identidad.
La sociedad presente muestra un cuadro completamente diferente. En el terreno político encontramos unidades supranacionales de diverso alcance: bloques políticos y militares, coaliciones, organizaciones internacionales, etcétera.
A partir de mediados del siglo XX, la tendencia a la globalización ha cambiado la cualidad fundamental de los procesos históricos. Cualquier suceso que ocurre en cualquier lugar, tiene determinantes y repercusiones globales. Todos los procesos históricos, incluidos los esfuerzos de grupos o gobiernos por lograr el cambio social, tienen que ser estudiados en un contexto global.
En este ambiente globalizado, los esfuerzos de las sociedades por lograr un cambio en sus organizaciones o en sus estructuras sigue siendo uno de sus mayores retos, y habida cuenta de que el bien común es el objetivo primordial de los Estados, lograr esto es un imperativo ético de todos: gobiernos y sociedades.
Si la globalización de las economías y los mercados genera, además la globalización de las ideas y de las soluciones, el cambio social debe ser un fenómeno que integre a los pueblos africanos, asiáticos, europeos y americanos en un mundo mejor.
Ante la pregunta de si tiene sentido el cambio social en nuestras sociedades, la respuesta sigue siendo sí, y a la pregunta acerca de qué papel juega el cambio de nuestras sociedades globalizadas en un mundo con hambrunas, torturas y discriminaciones, la respuesta está en la consideración de que en definitiva un mundo que no es habitable para algunas personas o pueblos enteros no podrá serlo de manera cabal para nadie.
Bibliografía:
Andrés de Francisco. Sociología y cambio social. Ed. Ariel, Barcelona, 1997.
Augusto Comte. Curso de filosofía positiva. Ed. Alianza, Madrid, 1978.
Ernesto Sábato. Hombres y engranajes. Ed. Alianza, Madrid, 1987.
Piotr Stompka. Sociología del cambio social. Ed. Alianza, Madrid, 1999.
Teresa de Montagut. Política social: una introducción. Ed Ariel. Barcelona, 2000.
MESOGRAFÍA
Fuente: VARELA, Felipe, (año desconocido), “La idea del concepto de cambio social” consultado el 07 de agosto del 2007 de http://sepiensa.org.mx/contenidos/2005/ideaDeCambio/ideaC_1.htm
ROMERO, José Manuel ( ), “Teoría de la modernidad y experiencia moderna del tiempo en J. Habermas”. Consultado el 07 de agosto del 2007 de http://168.243.1.4/facultad/chn/c1170/TeoriadelamodernidadyexperienciamodernadeltiempoenJHabermas.pdf
ELORZA, Antonio, (1951), “”Las religiones seculares: el caso del comunismo” ed. CIDE consultado el 07 de agosto del 2007 de http://www.istor.cide.edu/archivos/num_4/notas1.pdf
GIL Calvo, Enrique (año desconocido), “Sociología, autoridad y metacomunicación”, consultado el 07 de agosto del 2007 de http://www.quadernsdigitals.net/datos_web/hemeroteca/r_32/nr_350/a_4531/4531.html
RODRÍGUEZ Ibáñez, José Enrique, (año desconocido), “Haberlas y Parsons: en búsqueda del reencantamiento del mundo”, consultado el 07 de agosto del 2007 de http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_016_07.pdf
SÁNCHEZ Arnau, Juan C. (1985), “La cultura y las estrategias de desarrollo”. Ed. UNESCO, consultado el 07 de agosto del 2007 de http://unesdoc.unesco.org/images/0008/000828/082883so.pdf
Aculturación consultado el 07 de agosto del 2007 de http://www.entradagratis.com/DatoMuestra.php?Id=244
Por Felipe Varela
Una idea recorre el mundo y se instala, de manera casi generalizada, en la agenda de los gobiernos de los Estados modernos: el cambio social, asociado a la antigua idea del progreso y también a la de bienestar común.
¿Es posible cambiar a nuestras sociedades? ¿Tiene sentido el cambio social en estos tiempos de globalización? Éstas son dos preguntas que se plantean humanistas, científicos, artistas y personas de diferentes condiciones.
Pensar el cambio en tiempos en que se habla constantemente sobre el tema no es una tarea fácil. La idea de que nuestras sociedades requieren del cambio social dejó de ser exclusiva de una sola ideología. Hoy el discurso de los diferentes Estados modernos enfatiza dicha necesidad.
La búsqueda y valoración del cambio social son las promesas de unificación de Europa, las modernas campañas de los partidos políticos en prácticamente todo el mundo luego del fin de la Guerra Fría, las demandas de la sociedad estadounidense a partir del 11 de septiembre de 2001, los esfuerzos por pacificar el Medio Oriente, los encuentros entre la guerrilla y gobiernos de Centro y Sudamérica: todos enfatizan en la necesidad de un cambio, no sólo social sino también económico, político y cultural.
Asimismo, con el establecimiento de acuerdos internacionales en materia de derechos humanos (los cuales han sido apoyados y también promovidos por nuestro país) y para erradicar todas las formas de la discriminación, los Estados modernos reconocen cada vez de manera más abierta el legítimo derecho de las personas y los pueblos a vivir mejor, a cambiar. Porque l a idea del cambio como concepto genérico y abstracto, aplicado a todas las esferas del quehacer humano, está asociado a la búsqueda de algo mejor, y vinculada generalmente con la evolución y el crecimiento en un sentido positivo.
Los esfuerzos teóricos por comprender el cambio social
Pensar el cambio social ha sido la gran aventura teórica de la disciplina llamada sociología. Qué cambia y qué permanece, cómo se transforman las sociedades y por qué, cuáles son los factores que intervienen para ello, cuál es el ritmo y cuáles las consecuencias. Estas preguntas se han tratado de responder desde distintos enfoques metodológicos a través de la historia de las ciencias sociales.
Augusto Comte, el padre de la sociología y pionero de la idea de cambio social, dividió el sistema de su teoría en dos partes separadas: estática social y dinámica social. Comte comparó los sistemas sociales con un organismo y señaló que la estática social estaba concebida como el estudio de la anatomía de la sociedad humana, de las partes que la componen, como un cuerpo humano (órganos, esqueleto, tejidos, etcétera), mientras que la dinámica social se concentraba en la fisiología de los procesos que operan dentro de la sociedad, como las funciones corporales (respiración, circulación, etcétera), que producen como último resultado el desarrollo de la sociedad.
La fuerza de la sociedad
El cambio social es producido por distintos agentes, pero entre todos hay uno que en la época moderna se ha vuelto más relevante. Son los movimientos sociales, quizás las fuerzas de cambio más potentes de nuestra sociedad.
Muchos autores los ven como una de las fuerzas principales de la historia a través de la cual la sociedad se reconstruye, e incluso llegan a señalar que los movimientos de masas y el conflicto que generan son los agentes primarios del cambio social.
Lo cierto es que algunos cambios pueden originarse desde abajo, en las actividades realizadas por gente corriente, con diversos grados de cohesión; otros pueden suscitarse desde arriba, en las actividades de gobernantes, mandatarios, etcétera. El resultado acumulado y combinado de las acciones dispersas individuales son las tendencias que pueden dar lugar a movimientos sociales.
En nuestras sociedades, por sus dinámicas y sus avances en materia social, los fenómenos y los sucesos sociales son también irreversibles: se instauran en la legalidad y legitimidad de los Estados a través de sus leyes e instituciones. Una vez que algo ha sucedido no puede ser deshecho. Es decir, la vida no puede desvivirse. Heráclito expresó esto en la antigüedad en su famosa proposición de que uno no puede bañarse dos veces en el mismo río. En otras palabras: la acción en su repetición no puede ser siempre la misma.
Las revoluciones
Las revoluciones son las manifestaciones más espectaculares del cambio social. Señalan rupturas fundamentales en el proceso histórico, dan nueva forma a la sociedad humana desde dentro y remodelan a la gente. No dejan nada como antes, cierran épocas y abren otras nuevas. En apariencia estos movimientos sociales permiten a las sociedades y a sus miembros revitalizarse. En este sentido, las revoluciones serían signos de salud social.
Algunos historiadores coinciden en que la modernidad surgió como consecuencia de las grandes revoluciones: la francesa y la independencia estadounidense, las cuales proporcionaron el entramado político e institucional de la modernidad: la democracia constitucional, el imperio de la ley y el principio de soberanía de los Estados-nación. La Revolución Industrial británica proporcionó la fundación económica: la producción industrial por medio del trabajo libre en asentimientos urbanos, dio lugar al industrialismo y al urbanismo como nuevas formas de vida y al capitalismo como nueva forma de apreciación y distribución.
La idea del progreso
Las revoluciones son las manifestaciones más espectaculares del cambio social. Señalan rupturas fundamentales en el proceso histórico, dan nueva forma a la sociedad humana desde dentro y remodelan a la gente. No dejan nada como antes, cierran épocas y abren otras nuevas. En apariencia estos movimientos sociales permiten a las sociedades y a sus miembros revitalizarse. En este sentido, las revoluciones serían signos de salud social.
Algunos historiadores coinciden en que la modernidad surgió como consecuencia de las grandes revoluciones: la francesa y la independencia estadounidense, las cuales proporcionaron el entramado político e institucional de la modernidad: la democracia constitucional, el imperio de la ley y el principio de soberanía de los Estados-nación. La Revolución Industrial británica proporcionó la fundación económica: la producción industrial por medio del trabajo libre en asentimientos urbanos, dio lugar al industrialismo y al urbanismo como nuevas formas de vida y al capitalismo como nueva forma de apreciación y distribución.
La ciencia y la razón dieron sustento a la fascinación por la idea del progreso, a partir del Renacimiento. Sin embargo, el siglo XX marcó su auge y ocaso, por el cual se afirma que el conocimiento humano es acumulativo a través del tiempo y se enriquece y perfecciona. Lo que esto implica es que el conocimiento avanza por sí mismo y, gracias a su propia inercia, de forma constante y gradual en beneficio de la humanidad.
Las primeras raíces de la idea de progreso pueden encontrarse en la antigüedad griega. Los griegos percibieron el mundo en un proceso de crecimiento, pasando por etapas fijas (épocas) y produciendo avance y mejora.
La segunda fuente del concepto se encuentra en la tradición religiosa judía. El énfasis bíblico en las profecías y los profetas implica una imagen sagrada de la historia, guiada por una voluntad divina y, por lo tanto, predestinada y necesaria. El diseño de una historia que abarca a toda la humanidad está presente desde el principio y su culminación final es la “edad dorada” o paraíso.
Ambas líneas de pensamiento, la griega y la judía, se unen en la tradición judeocristiana, que abarca toda la cultura occidental durante los siglos siguientes, principalmente en el siglo XX, en el que según el escritor argentino Ernesto Sábato, produjo una fe ciega, agudizada por el racionalismo, la doctrina de la razón que devino en una especie de fanatismo religioso.
Sin embargo, la idea de progreso parece haber entrado en declive durante el siglo XX. Cuando se intenta hacer un balance del siglo pasado muchos observadores ya lo denominan “el siglo del holocausto”, porque es un siglo que fue testigo del holocausto y los campos de concentración, las dos guerras mundiales, la extensión del desempleo y la pobreza, etcétera. Por todo ello no debería sorprendernos que se haya extendido la desilusión y el desencanto con la idea de progreso.
Hoy se habla menos de progreso y más de cambio social. Un cambio en la idea de progreso pone de manifiesto que las sociedades, las culturas y las organizaciones políticas no son homogéneas. Se hace evidente la diversidad de ideologías y de organizaciones sociales en el mundo, pero aún se pretende que esta variedad es debida a los diferentes estadios de desarrollo o de progreso que algunas sociedades han alcanzado.
Globalización y cambio social
¿Qué papel tiene la idea de cambio social cuando se habla de globalización? Una de las tendencias históricas particularmente señaladas en nuestra era moderna, es el movimiento hacia la globalización. Puede definirse como el conjunto de procesos que conducen a un mundo único. Las sociedades se vuelven interdependientes en todos los aspectos de su vida: político, económico y cultural. Ningún país es una isla autosuficiente.
Las antiguas sociedades tenían un heterogéneo mosaico de unidades sociales aisladas, diversificadas y plurales. Coexistían múltiples entidades políticas separadas como tribus, reinos, imperios, etcétera. Había economías interdependientes, cerradas, y también culturas indígenas que conservaban su identidad.
La sociedad presente muestra un cuadro completamente diferente. En el terreno político encontramos unidades supranacionales de diverso alcance: bloques políticos y militares, coaliciones, organizaciones internacionales, etcétera.
A partir de mediados del siglo XX, la tendencia a la globalización ha cambiado la cualidad fundamental de los procesos históricos. Cualquier suceso que ocurre en cualquier lugar, tiene determinantes y repercusiones globales. Todos los procesos históricos, incluidos los esfuerzos de grupos o gobiernos por lograr el cambio social, tienen que ser estudiados en un contexto global.
En este ambiente globalizado, los esfuerzos de las sociedades por lograr un cambio en sus organizaciones o en sus estructuras sigue siendo uno de sus mayores retos, y habida cuenta de que el bien común es el objetivo primordial de los Estados, lograr esto es un imperativo ético de todos: gobiernos y sociedades.
Si la globalización de las economías y los mercados genera, además la globalización de las ideas y de las soluciones, el cambio social debe ser un fenómeno que integre a los pueblos africanos, asiáticos, europeos y americanos en un mundo mejor.
Ante la pregunta de si tiene sentido el cambio social en nuestras sociedades, la respuesta sigue siendo sí, y a la pregunta acerca de qué papel juega el cambio de nuestras sociedades globalizadas en un mundo con hambrunas, torturas y discriminaciones, la respuesta está en la consideración de que en definitiva un mundo que no es habitable para algunas personas o pueblos enteros no podrá serlo de manera cabal para nadie.
Bibliografía:
Andrés de Francisco. Sociología y cambio social. Ed. Ariel, Barcelona, 1997.
Augusto Comte. Curso de filosofía positiva. Ed. Alianza, Madrid, 1978.
Ernesto Sábato. Hombres y engranajes. Ed. Alianza, Madrid, 1987.
Piotr Stompka. Sociología del cambio social. Ed. Alianza, Madrid, 1999.
Teresa de Montagut. Política social: una introducción. Ed Ariel. Barcelona, 2000.
MESOGRAFÍA
Fuente: VARELA, Felipe, (año desconocido), “La idea del concepto de cambio social” consultado el 07 de agosto del 2007 de http://sepiensa.org.mx/contenidos/2005/ideaDeCambio/ideaC_1.htm
ROMERO, José Manuel ( ), “Teoría de la modernidad y experiencia moderna del tiempo en J. Habermas”. Consultado el 07 de agosto del 2007 de http://168.243.1.4/facultad/chn/c1170/TeoriadelamodernidadyexperienciamodernadeltiempoenJHabermas.pdf
ELORZA, Antonio, (1951), “”Las religiones seculares: el caso del comunismo” ed. CIDE consultado el 07 de agosto del 2007 de http://www.istor.cide.edu/archivos/num_4/notas1.pdf
GIL Calvo, Enrique (año desconocido), “Sociología, autoridad y metacomunicación”, consultado el 07 de agosto del 2007 de http://www.quadernsdigitals.net/datos_web/hemeroteca/r_32/nr_350/a_4531/4531.html
RODRÍGUEZ Ibáñez, José Enrique, (año desconocido), “Haberlas y Parsons: en búsqueda del reencantamiento del mundo”, consultado el 07 de agosto del 2007 de http://www.reis.cis.es/REISWeb/PDF/REIS_016_07.pdf
SÁNCHEZ Arnau, Juan C. (1985), “La cultura y las estrategias de desarrollo”. Ed. UNESCO, consultado el 07 de agosto del 2007 de http://unesdoc.unesco.org/images/0008/000828/082883so.pdf
Aculturación consultado el 07 de agosto del 2007 de http://www.entradagratis.com/DatoMuestra.php?Id=244
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